miércoles, 21 de septiembre de 2011

SALA DE CLASES


La vida es como una gran sala de clases, asistimos diariamente a diferentes jornadas de aprendizaje, esta no está ajena a las dispares situaciones de la vida diaria, podemos ser alumnos aventajados o simplemente ser de aquellos que se resignan a vivir en un letargo infinito, el gran maestro que intenta guiarnos por la senda del éxito humano, no siempre está dispuesto a detener su marcha por aquellos que no tienen interés en marcar un destino definido, hombres y mujeres pueden escuchar la música del destino y seguir su propio camino, pedregoso, simple , real o misterioso, da lo mismo, las sutilezas de la vida son un paradigma en el entorno de los seres de este planeta, aprendemos de la música, de las letras, de la ciencia, de los sentimientos y la razón, pero como caminamos en la realidad de nuestra propia existencia, indescifrables son las interrogantes que se manifiestan en la mirada ajena, te tomo y me tomas, te siento y me sientes, me enjuicias y te enjuicio, me amas y te amo, intensos sentidos que se escabullen en las insondables dudas de las hembras y machos que recorren la mínima existencia, que podemos hacer ante el incierto reconocimiento de la verdad de lo que queremos y lo que hacemos, otoño o primavera, etapas de la vida de sentidos y sentimientos. Allá vamos, un nuevo día de clases, el maestro abre nuevamente el libro de asistencia, ¿estaremos presentes en la materia adecuada esta vez?, dos pasos y salimos del viejo barrio, una manzana, dos cuadernos, un lápiz y una goma, estamos nuevamente en la magia de aprender, no podemos sorprendernos si la materia de hoy no es la que más esperábamos, en esta sala de clases aprendemos todos los días, puede gustarnos o no lo que esta jornada nos depara, pero la vida es una enseñanza diaria. Unos ojos llenos de cascabeles me sonríen, es la mirada de la vecina del banco del lado, combinamos nuestros lenguajes con sutiles miradas incandescente, nuevamente encuentro a mi compañera, amiga de clases, de recreos y de compartir un jugo y un galletón, escuchamos absortos las alteradas palabras del viejo profesor, habla de un horrendo animal que se escabulle entre la oscuridad de los pensamientos, mientras las palabras siguen la letanía de la jornada, Lo, mira embelesada el vuelo de una rojiza mariposa, yo la miro a ella, las dos reflejan una hermosa imagen, dos seres de inquietante fragilidad, las palabras que rebotan en las paredes del viejo salón, parecen estar dedicadas al viento, mientras la clase se envuelve con las embrujadas enseñanzas del maestro, un mágico pasaje se abre en medio del espacio, sigo silenciosamente el movimiento de la mirada de Lo y el plácido aleteo de la mágica mariposa, embelesado dejo corre los minutos que parecen pasar como un rayo, el agudo sonido de un timbal, indica que la clase a terminado, es hora de partir, el pasaje encantado se ha cerrado, la rojiza mariposa ya no está, el maestro me mira desde lejos, sus ojos encierran una gran interrogante, trato de leer sus pensamientos, luego de unos minutos, el viejo cierra el libro de clases y se marcha, antes de cerrar el añoso portón, vuelve la mirada y con una voz ronca, acota, -el pasaje ya se ha cerrado, la mariposa se ha ido, su compañera lo esperas, creo que la lección de hoy le servirá para volver a clases mañana-. Frente al café me espera Lo, sentados bajo el cobertizo cruzamos nuestras miradas, en verdad ya no está la rojiza mariposa, solo está ella, la vuelvo a mirar y recuerdo las palabras del maestro, sin duda mañana volveré a clases, lo aprendido hoy será fruto mañana, en esta sala de clases la vida es enseñanza.
Adonis Palomar


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