jueves, 2 de junio de 2011

JUGOS DE LA VIDA


Es una fría mañana de otoño, la gran ciudad empieza a despertar, todos corren por llegar pronto al lugar de sus trabajos, en la Bolsa, una calle donde supuestamente se transan millones de pesos, dólares, euros y otras monedas del mundo financiero, está ella, Rosalinda, indiferente a todos los transeúntes, unos corren y otros caminan presurosos, casi nadie se da cuenta que en una orilla de la calle se encuentra esta sencilla mujer, mientras el mundo gira a su alrededor, prepara sus humildes productos para la venta mañanera, todos los días se levanta muy de madrugada, sabe que si no vende no come. Yo, al igual que muchas personas, e pasado por su lado y muchas veces no la he visto, o quizás no la he querido ver, es la frialdad con que miramos a nuestros semejantes, cuando el mundo no nos golpea directamente, no paramos para ver qué pasa a nuestro lado, es sencillo y muy simple, el egoísmo con que nos trata la sociedad, nos hace devolver con la misma moneda la mirada a los demás, no puede ser, es hora de parar, es hora de mirar, es hora de pensar, es hora de creer en un mundo mejor. Rosalinda se sorprende al verme a su lado, casi nadie la saluda ni menos le preguntan quién está junto a ella, su cara denota el cansancio de una mujer vieja y esforzada, humildemente me pregunta si quiero un jugo, casi asustada me queda mirando, yo le devuelvo la mirada, me agacho un poco para ver el interior del pequeño coche que permanece silencioso a un costado del improvisado negocio, ¿cómo se llama?, pregunto con algo de curiosidad, ella se da vuelta y me contesta con una voz casi apagada, -“Vairon”, es mi nieto, me lo va a quitar, lo traigo todos los días, no se puede quedar solito, sus papás trabajan y en la casa no queda nadie, tenemos que trabajar todos para tener algo más de dinero, no soy de acá, pero me siento bien en Chile, en un rato más le daré su leche, ahora duerme el muy flojonazo-, habla sin parar, casi no he tenido que preguntar nada, es como si necesitara ser escuchada, la sigo mirando y sigue con su relato, me cuenta de su familia, del tiempo que lleva en el país, y de algunas penas que amargan su corazón, vuelvo a mirar el interior del pequeño coche, el tesoro de la vieja Rosalinda, sigue durmiendo, está forrado en varias mantas que apenas dejan ver su cara, quizás el pequeño este soñando y vuele por el mundo inocente de la niñez, aun no es hora de enfrentar el mundo real, afuera su abuela se gana el pan con las fuerzas que aún le quedan para luchar, le compro un jugo y me despido de ella, luego de dar unos pasos me devuelvo a mirar, ella sigue arreglando su mercadería, la gente pasa y vuelve a pasar, todos caminan presurosos, a algún lugar tienen que llegar, la fría mañana envuelve todo, el mundo financiero empieza a girar, en la orilla de enfrente Rosalinda y Vairon luchan por sobrevivir, el jugo de vida se tiene que vender.
Adonis Palomar






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