martes, 27 de septiembre de 2011

RETRATO MÁGICO


Llovía profusamente en toda la zona, el frio calaba hasta los huesos, corría el mes de julio de hace varios años atrás, me reuniría con un grupo de mujeres Mapuches, que además de criar a sus cachorros y trabajar esforzadamente, se juntaban para desarrollar diferentes manualidades que posteriormente vendían en la ciudad, experiencia que se plasmaría posteriormente en un libro de diferentes mujeres del país, luego de recorrer una gran zona boscosa, llegamos a la reducción indígena, a un costado del camino barroso se encontraban unas pequeñas casitas, el agua se detuvo por uno instantes, aproveché para salir a husmear por los alrededores, el panorama en esa zona es acogedor, yo ponía atención a todo lo que allí ocurría, sin darme cuenta empezaron a bajar de diferentes lugares muchas mujeres, bajaban de los cerros que parecían perderse a lo lejos, mujeres cargadas con canastos, otras con sus cachorros a cuesta, era un desfile de mujeres que como por arte de magia aparecieron en el marco de esa especial escena, me miraban con algo de desconfianza, pero también con una picardía llena de inocencia y alegría, se veían aparentemente felices, contrastaba con su simpleza y aparente pobreza, transmitían una humanidad no propia de nuestros días, sobre todo no común en las grandes ciudades. Una vez que estuvo todo el grupo reunido, empezaron los preparativos para la jornada que les esperaba, cada una aportaba algo para la comida, unas traían pan, otras pollo, carne, verduras y frutas, mi acompañante les comunico a que se debía mi presencia en ese lugar, esperaban ansiosas saber el motivo, como es sabido, las mujeres son curiosas, coquetas y sensibles, hasta ese momento el personaje de la historia no aparecía en escena, mejor dicho su presencia estaba allí, solo que yo no me había percatado de ella, su imagen permanecía oculta, ellas sin dejar de lado su picardía, no perdían oportunidad de hacer bromas en torno a mi persona, poco a poco nuestra confianza aumentaba, mi cámara fotográfica empezó a realizar su trabajo, una a una las sonrientes mujeres se fueron uniendo al grupo, las más jóvenes eran las más entusiastas, las viejas bromeaban y se hacían las interesantes y demostraban su importancia y autoridad, apreté una y otra vez el disparador, yo me sentía uno más del grupo, en varias oportunidades cambiamos escenografía, aprovechando los escasos rayos de sol que a ratos aparecían, hasta ese momento todas con sus singulares particularidades eran iguales para mí, eran dulces figuras femeninas en su hábitat, la riqueza de sus almas y espíritus ocultaban la pobreza que ellas llevaban dignamente, terminada la sesión fotográfica, nos abrigamos con el calor que emanaba de las cocinas donde ya salía el exquisito aroma de lo que iba a ser el almuerzo de ese día, procedí a realizar otras tomas fotográficas, estaba en eso, cuando de pronto una figura se atravesó en mi pensamiento, no supe si fue mi imaginación o que, sentí una fuerte presencia de alguien que me miraba atentamente, me volví a mis espaldas buscando algo o a alguien, se produjo un silencio en mi interior, todo a mi alrededor seguía girando de igual forma, pero yo sentía algo diferente, de pronto mi vista se fijó en un rayo de luz que entraba por una de las ventanas, me pareció ver reflejada la silueta de una mujer, me di cuenta que quien me estaba observando era una anciana mapuche, se cruzaron las dos miradas, ella me miró fijamente, yo de igual forma le devolví la mirada, por un espacio de tiempo que ahora no recuerdo, se produjo ese contacto mágico entre ella y yo, el silencio marco toda comunicación, después de un largo dialogo en ese túnel sin palabras pero con sentimientos profundos, la vieja mujer cambio su mirada al frente, orgullosa y altiva quedo como detenida en el tiempo, quizás como diciéndome, es tu turno, inmortalízame con tu cámara, como si hubiera despertado de un sueño, enfoque mi lente y comencé a disparar, todo a mí alrededor parecía no existir, era ella y yo, disparé hasta sentir un impulso final, en ese instante sincronizadamente, la anciana me volvió a mirar, sonrío y volvió a su mundo. Después de vivida esta situación, mi tarea en ese lugar había terminado, otras mujeres se acercaron a invitarme a comer algo. Más tarde nos despedimos y dejamos a este grupo de mujeres con sus vidas, nunca más supe de esta enigmática anciana, al partir, ella no se veía por ningún lado, solo quedó el recuerdo de su imagen grabada en un trozo de papel, hasta el día de hoy.
Adonis Palomar

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