miércoles, 11 de agosto de 2010

ESPERANZA MINERA


“La esperanza es lo último que se pierde”, así dice un viejo dicho, familiares, amigos y compañeros de trabajo, esperan con una gran ilusión el desenlace de la tragedia ocurrida a 33 mineros, quienes se encuentran atrapados a mas de 700 metros bajo tierra. La naturaleza ofrece generosa sus riquezas al hombre para que este tenga una mejor vida, pero todo no se conjuga como debiera ser, la ambición, el egoísmo, el menosprecio y la deshumanización, se contraponen con los designios de la madre naturaleza. La historia vuelve a repetirse, solo cambia el escenario, nuestro mundo, nuestra sociedad, mejor dicho, aquellos seres que miran al lado contrario cuando la necesidad y la humanización clama a todo pulmón por un poco de justicia y equilibrio social, estos seres se tapan los ojos, los oídos y la boca, para ignorar la necesidad de los mas necesitados.
Hoy lloramos por un grupo de hombres que tal vez no vuelvan a ver a sus hijos, sus mujeres y sus familias, tal vez mañana ya no estén, sus esfuerzos por dar un mejor porvenir a los suyos, y tal vez por sonreírle un poco a esta inexplicable existencia, no tengan un verdadero valor.
Lamento tener que volver al mismo punto de siempre, donde está ese verdadero sentir del hombre de esta tierra, donde está ese verdadero sentir de lo humano de nuestra sociedad, cuando será el momento en que entendamos que es tan simple poder gozar de un mínimo de humanidad, ayer fueron los damnificados del terremoto y nos encontramos con verdaderos dramas sociales, hoy son los mineros y volvemos a encontrarnos con el dolor del mas desvalido. Nuestra sociedad es dura y ciega cuando de hablar de la verdad se trata, cuando el tiempo sigue su marcha y el dolor a sido mitigado, cuando el soplo de los días se ha llevado el sufrimiento de un momento, todo pasa al olvido y volvemos a pensar con egoísmo y menosprecio, nuestra sociedad vuelve a ver al individuo como una simple cosa, cuando será el momento en que todos seamos seres de verdad, cuando será el momento en que nos miremos directo a los ojos y podamos sentir el latido de nuestro semejante, cuando será ese día.
Adonis Palomar.

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