jueves, 13 de octubre de 2011

LA FELICIDAD Y EL VIEJO MADERO


Viejo madero, tu que sabes de la vida tanto como el anciano de ese poblado perdido, escarba en lo más profundo de las inseguridades de los caminantes. El miedo nunca es inocente, podemos musicalizar la armonía de nuestras vidas y el viejo madero indicarnos el verdadero camino a seguir, no encontraremos el sendero adecuado si en el interior de nuestra alma no plantamos la pausa y la sinceridad de nuestros sentidos. Nunca caminaremos con pasos firmes y seguros, si la verdad no está antes que la mentira, las banalidades son como dos pasos en falso, cuando el sentimiento es verdadero y traspasa las murallas de la sinceridad, dos lagrimas valen más que una leve sonrisa, el olvido solo se lleva la mitad de las sombras, la otra mitad depende de nuestros sueños y profundidades, noche tras noche el verso que brota entre naves que van en medio de sueños perdidos, buscan arribar a un puerto seguro. Adormecido vuelve el olor de tu cuerpo, lo sencillo es el manjar que se pierde cuando no valoramos lo verdadero, puede ser una tarde de lluvia o una primaveral, podemos tener idénticas sensaciones o fragilidades, pero el ver desde lejos la felicidad no es particular, un pequeño trozo de pan, un gran protocolo, una distinguida colección, fanfarronear con el mejor trozo de carne en ropajes de seda, el experimento por el aroma sensual y seductor, el perdón propio y el de quien corresponde, el reconocimiento de los errores propios antes que el error ajeno, pocos niños y otros más, con pactos y tratados qué más da, puede ser algo muy personal, pero cuando suavemente apoyamos las sensaciones entre melodías que contagian, no se puede reclamar por una verdadera felicidad, que es de ella si no sabemos cómo es, no la reconocemos si pasa por nuestro lado, el músico puede parir junto a nosotros y no nos daremos cuenta, la verdad del sentimiento, do, re, mi fa, quizás qué más da, con la angustia del último movimiento será dispar si no la reconocemos, felicidad, señora de distintas edades, eres como palabra con sentido universal, en el umbral de cualquier puerta se puede borrar la última huella, al volver la cabeza, podremos quizás ver que la niña ya no duerme en casa, el reloj que daba las diez estará golpeando en otra inmensidad, la felicidad puede estar lejos, pero puede estar aquí, el camino se hace más corto cuando aprendemos a amar, en medio de un gran océano podemos navegar, en medio de nuestro mar podemos naufragar, para amar de verdad, podemos sangrar y ser generosos, manos y pies donde estén unas cuencas que amanecen, podrán perderse como un árbol talado y tendremos mucha vida para ver la verdadera felicidad, un rato cada día es mejor que nada en toda la vida, felicidad, amiga de todos y de nadie, eres labios de mil pecados, eres un laberinto de madrugada, felicidad, vieja y joven felicidad, eres todo cuando queremos verte de verdad, cuando queremos tenerte, olvidamos quien eres, si logramos entender cuál es tu real existencia, dejaremos tirado en medio del campo todos los egoísmos, todas las ausencias, todas aquellas cosas que están detrás de la puerta, el viento arrastrará las sonrisas que no vemos, espera amiga, espérame en esa calle, el aroma llegará pronto, la luz de domingo dejara en los labios la dulzura que esperamos, quiero escarbar en lo más profundo del alma, pelearé como un extraño, ya no tengo veinte años, son años de vida que saben de ayer y de siempre, lo tuyo, lo mío, lo nuestro, los sabios caminos saben de maderos, los amargos maderos saben de felicidad, ambos saben de la vida de verdad.
Adonis Palomar

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