miércoles, 8 de junio de 2011
PALOMITAS DE MAIZ
Palomitas de maíz, calentitas las palomitas, quiere para llevar o para servirse altiro, amigo, le doy dos o una grande, -que frio hace esta tarde señora Sole, ya se va pa la casa, llévele a los niños unas palomitas, juega el colo en un rato más, vendo otro poco y me voy pa la casa, la vieja me tiene una sopita, me abrigo y escucho el partido, que le vaya bien, la veo mañana-, palomitas, calentitas las palomitas.
El rito se repite todas las tardes, la venta de palomitas es cosa de rutina, todos los que pasan por esa calle compran el preciado manjar, pocos le hacen el quite a las sabrosas palomitas de maíz, el viejo vendedor grita y grita su valioso producto, en la fría tarde el fuego de la pequeña cocinilla resopla sin cesar, mientras el palomero revuelve el sabroso manjar, la negra olla cubierta por el tizne, muestra el paso del tiempo de este viejo negocio, para grandes y chicos es este preciado producto, quita el hambre y sirve de entretención, es un embeleco que los caminantes comparte mientras van en busca de su destino, unos se dirigen a sus casas, otros toman el transporte colectivo, algunos simplemente caminan dejando atrás sus huellas en el gélido atardecer, cada tarde cuando regresamos con Tomas desde el colegio, nos encontramos con el viejo vendedor y el mundo que lo rodea, revuelve y revuelve, al ritmo de los caminantes, los pasos presuroso de los transeúntes no aminoran el salto de las inocentes palomitas, cada semilla va de un lado a otro en la gran olla, “dale que dale, dale que dale, dale, dale, dale que dale…” parecieran gritarse unas a otras en una sofisticada danza, da la impresión que se mesclaran sutilmente con las delicadas gotas de aceite, el viejo maestro revuelve y revuelve sin parar, pareciera estar coludido con su producto, el compás musical lo marca con un largo cucharon, da los toques precisos para que cada esbelta semilla, salte como corresponde, vuelan por los aires antes de caer en los brazos de otra danzante, a los ritmos de cada palomita, el mundo gira fuera de la olla sin enterarse que el delicioso producto pronto estará a punto, hombres , mujeres, chicos, grandes, negros, gordos, flacas, jóvenes, viejas, y todo cuanto existe en la selva humana, pasa frente al fenomenal viejo y sus palomitas.
La vida sigue su curso, fuera de la majestuosa olla, el mundo se enfrenta a su realidad, la alegría se confunde con la tristeza, la bulla con el silencio, las mujeres con los hombres, los ricos con los pobres, todos, todos juntos en un ir y venir de esta agitada sociedad, mientras el mundo busca desesperadamente su futuro, llegamos al lado del artista principal, -como está amigo, un paquete para llevar-, Tomás mueve la cabeza afirmativamente, la bolsa queda llena de las sabrosas palomitas, con una seña nos despedimos del amigo palomero y seguimos caminando, la conversación se hace más sabrosa, mientras compartimos un paquete de este simple manjar, dejamos atrás la rutina del mundo real, total que más da, nosotros volvemos a nuestro hogar y el mundo de las palomitas sigue en la danza hasta el final.
Adonis Palomar.
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