viernes, 12 de octubre de 2012
TECLAS DEL ALMA
La fuerza de la canción de Silvio Rodriguez que sale de las gargantas de los pobladores de la Victoria, se funden con la suavidad y sutileza del ritmo del piano de Roberto Bravo, es un recuerdo de su ultimo concierto en medio de un sentido homenaje en un populoso barrio capitalino, hoy el escenario es otro, un teatro con un publico que quiere escuchar su historia y su música, viejos, jóvenes, hombres y mujeres, todos atentos a lo que el maestro muestra en esta reunión, sus historias y sus anécdotas se van entrelazando con el ritmo de la música clásica y la popular. El respiro del maestro se escucha por el diminuto micrófono, se sienta en el pequeño banquillo y cierra lentamente sus ojos, en medio del silencio embriagador, las manos del músico se deslizan con suavidad y destreza, el ritmo va de un lado a otro, los asistentes se dejan llevar por la música, pareciera que las teclas blancas y las negras se encontraran con el alma del artista, al finalizar el primer golpe musical, los aplausos llenan el espacio, cuando el moderador pretende empezar con la entrevista, el maestro lo interrumpe y cuenta una anécdota de su juventud, mueve sus manos y gesticula al compas de la música de la vida, sus triunfos y derrotas son parte de la historia, antes que vuelva al piano, mira de reojo al publico, entre ellos sobresale una pequeña niña de boina blanca, ella le hace una seña y él de inmediato reconoce a la joven pianista, como en medio de un simpático juego la invita a subir al escenario y la presenta al publico, como dos grandes amigos entablan una sencilla conversación que termina con la pequeña sentada frente al piano, flota en el aire un sentimiento de gran sensibilidad, por largos minutos las frágiles manos de la pequeña se deslizan por el teclado, se enciende el sol y las nubes se llenan de la música que sale del noble instrumento, los minutos posteriores nos trasladan a otra historia del maestro, entre la alegría y la tristeza la vida camina, la voz de Édith Piaf aparece de pronto en medio de la sala, es Marta, una amiga del maestro que canta con la misma pasión con que él interpreta la música, juntos por un buen rato deleitan a los asistentes con algunas canciones de la famosa cantante francesa, nuevamente el recinto se llena de aplausos, el tiempo sigue su marcha, las anécdotas y la historia van llenando cada uno de los lugares a los que las notas musicales no pueden llegar, cuando el final llega, el maestro se encierra en su mundo y traslada a los acompañantes por un túnel de expectantes sensaciones, los colores se encuentran en una ronda de melodías, mientras las manos del músico pasean sus vibraciones por las negras y las blancas, los asistentes a este encuentro musical seden a la pasión de un viejo arte, el tiempo ha pasado rápidamente, Roberto Bravo baja lentamente las escalinatas, el publico lo felicita y se retrata junto a él, en medio de saludos y aplausos el maestro vuelve la mirada al escenario, hace un gesto de satisfacción en dirección a su viejo compañero, el piano queda solitario y en silencio en medio del tablao, el tiempo dirá cuando estos amigos se volverán a juntar, quizás mañana o quizás cuando, acá o quizás allá, ellos saben que da lo mismo el momento y el lugar, lo importantes es que aun quedan muchas jornadas juntos.
Adonis Palomar
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