“Lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir”
Esta pequeña pero importante premisa, nos enseña que en la vida tenemos que ser perseverantes y que debemos mantener esa fuerza que nos exigen los difíciles momentos, cada instante, cada trozo de vida que tenemos frente a nosotros son pruebas de valor, son momentos de pureza y reflexión. Un viejo amigo que hoy bordea los 82 años, un día me contaba una historia que le ocurrió muchos años atrás, era joven, vivía el año 28, compartía sus días con una bella muchachita que bordeaba los 25 años, junto a ellos correteaba un retoño de no mas de 6 inquietos años, la vida le ofrecía todo en su andar, el futuro parecía estar a sus pies, cuando los días parecen caminar con firmeza y serenidad, llega lo que menos te esperas. En el sur de Argentina este hombre forjaba su futuro y echaba las raíces de una futura familia, el frío invernal se mezclaba con las tibias tardes de primavera, la zona algo boscosa y de un paisaje sobrecogedor eran el telón de fondo para que esta novel pareja dejara correr sus ansias por llegar lejos. Cuando las noches estrelladas de este lado del mundo, dejaban que el silencio fuera el cómplice del amor de dos ambiciosos jóvenes, se reflejaron las oscuras intenciones del destino. Muy de mañana el joven salía en su camioneta a cumplir con los deberes que demandaban las duras faenas de la zona, algo inquietante rondaba en su mente, en un momento su intuición le hizo pensar lo peor, como empujado por su instinto, corrió con desesperación, al llegar al poblado sintió en su interior que la vida se le escapaba, de lo alto de la montaña vio una gran humareda, más fue su desesperación, al llegar a su casa los escombros eran la única explicación, corrió de un lado a otro, pronto se entero que su mujer y su hijo ya no estaban, echo a llorar, no lo podía entender, el dolor clavaba su interior, la amargura por años lo consumió, todo parecía haber acabado. El camino se puso cuesta arriba, ya no podía subir, algo lo obligaba a detener su caminar, pasaron los años, la amargura parecía ser su acompañante eterna, un día cuando todo parecía oscuro y amargo llamaron a su puerta, una joven mujer con un pequeño en los brazos lo enfrento, -me puedes ayudar-, dijo con voz suave e inquietante, él la quedo mirando y la hizo entrar. Hoy, este amigo camina los 82 años y su mujer y su hijo nuevamente caminan junto a el. El tiempo pasó y el hombre nunca se pregunto de donde llegó, como llegó y para que llegó esa bella mujer, lo único que se propuso hacer, fue mirar nuevamente hacia la cima y se puso a caminar, hoy la vida nuevamente le entregó lo que un día perdió, los tres miran hacia lo alto y no dejan de subir.
Adonis Palomar
Esta pequeña pero importante premisa, nos enseña que en la vida tenemos que ser perseverantes y que debemos mantener esa fuerza que nos exigen los difíciles momentos, cada instante, cada trozo de vida que tenemos frente a nosotros son pruebas de valor, son momentos de pureza y reflexión. Un viejo amigo que hoy bordea los 82 años, un día me contaba una historia que le ocurrió muchos años atrás, era joven, vivía el año 28, compartía sus días con una bella muchachita que bordeaba los 25 años, junto a ellos correteaba un retoño de no mas de 6 inquietos años, la vida le ofrecía todo en su andar, el futuro parecía estar a sus pies, cuando los días parecen caminar con firmeza y serenidad, llega lo que menos te esperas. En el sur de Argentina este hombre forjaba su futuro y echaba las raíces de una futura familia, el frío invernal se mezclaba con las tibias tardes de primavera, la zona algo boscosa y de un paisaje sobrecogedor eran el telón de fondo para que esta novel pareja dejara correr sus ansias por llegar lejos. Cuando las noches estrelladas de este lado del mundo, dejaban que el silencio fuera el cómplice del amor de dos ambiciosos jóvenes, se reflejaron las oscuras intenciones del destino. Muy de mañana el joven salía en su camioneta a cumplir con los deberes que demandaban las duras faenas de la zona, algo inquietante rondaba en su mente, en un momento su intuición le hizo pensar lo peor, como empujado por su instinto, corrió con desesperación, al llegar al poblado sintió en su interior que la vida se le escapaba, de lo alto de la montaña vio una gran humareda, más fue su desesperación, al llegar a su casa los escombros eran la única explicación, corrió de un lado a otro, pronto se entero que su mujer y su hijo ya no estaban, echo a llorar, no lo podía entender, el dolor clavaba su interior, la amargura por años lo consumió, todo parecía haber acabado. El camino se puso cuesta arriba, ya no podía subir, algo lo obligaba a detener su caminar, pasaron los años, la amargura parecía ser su acompañante eterna, un día cuando todo parecía oscuro y amargo llamaron a su puerta, una joven mujer con un pequeño en los brazos lo enfrento, -me puedes ayudar-, dijo con voz suave e inquietante, él la quedo mirando y la hizo entrar. Hoy, este amigo camina los 82 años y su mujer y su hijo nuevamente caminan junto a el. El tiempo pasó y el hombre nunca se pregunto de donde llegó, como llegó y para que llegó esa bella mujer, lo único que se propuso hacer, fue mirar nuevamente hacia la cima y se puso a caminar, hoy la vida nuevamente le entregó lo que un día perdió, los tres miran hacia lo alto y no dejan de subir.
Adonis Palomar
No hay comentarios:
Publicar un comentario